El personaje que aparece este mes en el periódico enportugalete.com, con el nº 131, forma
parte de los mas de dos centenares de personas que recogidos en el Diccionario Biográfico
Portugalujo han configurado a lo largo de sus siete siglos, el paisaje humano de
la Villa.
Algunos han querido exigir “méritos” para figurar en esta
relación, algo muy lejos de la consideración del autor que ha intentado que
fueran personas representativas de colectivos de vecinos que nacido o no en la
Villa, o por haber llevado su nombre por el mundo, nos recuerden y configuren la historia
de Portugalete.
En el caso de Martina, la colchonera, representa a tantas otras mujeres de estamento humilde, que ejercieron ese oficio.
Nacida en el pueblecito burgalés de Valdezate, vino
de joven a Bizkaia a trabajar en el servicio domestico y poder enviar una ayuda
a su familia.
Dejó de “servir” al casarse con un vasco solterón que
apenas hablaba el castellano y con el que tuvo tres hijas en un corto espacio
de tiempo, con lo que sus intentos de adquirir una formación cultural se
vinieron abajo. Su dedicación al hogar familiar demandaba todo su tiempo
Tras unos años residiendo en la calle San Roque pasaron a vivir
a la planta baja con patio delantero de la casa nº 14 del Ojillo frente a la
Clínica del Dr. Savín, teniendo como vecino a un conocido personaje como fue
Galiana el enterrador.
Con la llegada de la guerra y el marido en el frente tuvo
que recorrer media España como refugiada, pasando por Cataluña y regresando por
la zona francesa.
Tras la guerra murió su marido que trabajaba en el puerto quedando
viuda y sin pensión, lo que hizo que se volcase en sacar adelante a las hijas
para que tuvieran una buena educación, y unos adecuados estudios que les
permitiera un trabajo digno y no depender del matrimonio que les solucionara la
vida.
Mujer menuda y de aspecto frágil, pero pertinaz, tuvo que completar
lo que obtenía como empleada del hogar, fregando escaleras, trabajo típico de
aquellos años en que estas eran de madera y utilizaban sosa y arena, y
finalmente como de colchonera, otro de los trabajos típicos, extendiendo la
lana de los colchones en una campa y tras varearla con una rama de avellano
hacerla más esponjosa, y volverla a meter en la funda.
Esta labor la hizo muy popular, querida y recordada en la Villa.
El instrumento que servía a Martina y otras colchoneras para esponjar la lana de los colchones era una VARA de avellano, no una rama. De ahí viene el verbo VAREAR. Esta labor no solo la realizaban las colchoneras profesionales, sino que también lo ejecutaban las amas de casa en el suelo de la cocina con la ayuda del marido o hijos. En cada casa había varias varas detrás de una puerta reservadas para la faena.
ResponderEliminarSí señor. En Retuerto, se solían juntar dos o tres vecinas para hacer la tarea más entretenida. Mi ama me dejaba un rato enredar y darle unos varazos. Toda una gozada.
EliminarIgualmente se guardaban en un cajón las agujas especiales para recoser el colchón y para la colocación de los pompones que evitaban que la lana se moviese en exceso formando los incómodo baches.
ResponderEliminarHola, soy Martintxu, primer nieto de Martina, ahora residiendo en TARRAGONA. José Luis, uno de los recuerdos que guardo de la abuela es una aguja, buen tamaño, que usaba para unir las dos superficies de los colchones. Gracias a todos por el recuerdo y un gran abrazo virtual para todos.
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